Por: Antoni Cisteró
Acabo de realizar un estudio de las propuestas programáticas para las próximas elecciones generales de seis formaciones de izquierdas, respecto a diez reivindicaciones, de las que se presentan tres atributos para cada una.
A la vista de los resultados obtenidos, me viene a la cabeza la famosa frase de George Orwell en Rebelión en la granja (1946): “all animals are equal, but some animals are more equal than others”. En casi todos los 30 parámetros incluidos hay coincidencias entre diversas formaciones; en algunos, incluso en las seis que se analizan. Y entonces surge la pregunta: Si persiguen un cambio y coinciden en los objetivos a alcanzar: ¿por qué no unen esfuerzos?
Cabrían varias respuestas. La primera: “es que estamos en periodo electoral”. Se entiende, si se tiene en consideración que primero se hicieron las listas y luego, mucho más tarde, los programas (algunos aparecieron ya iniciada la campaña electoral). Se empleó toda la energía disponible (bien escaso) en dilucidar las listas, los puestos, el peso específico de cada tendencia, familias, barones y mujeres… sin saber aún para qué, o al menos no haberlo explicitado en un programa. Veamos un ejemplo: el laicismo en la enseñanza: Los diversos partidos analizados dicen en sus programas:
Prácticamente “cortar y pegar”. Y lo mismo sucede en muchas otras reivindicaciones (ver diversos estudios realizados durante 2014-2015). Sí, todos son prácticamente iguales. ¿Pero porqué unos son más iguales que los otros? ¿Hay clases? Diría que lo que hay son exámenes. Y para prepararse para ellos, se prioriza el atacar, ridiculizar, menospreciar al “igual”, generando dicha segmentación.
La consecuencia de esta lucha cainita es la perplejidad del elector medio, el que se considera de izquierdas, pero no sabe qué rumores, qué insidias, qué ataques creerse y cuáles no. Y por descontado, la prevención, el escepticismo de los votantes más alejados de la política, que sí bien creen en la necesidad de una educación laica posiblemente porqué están sufriendo sus consecuencias (o de una sanidad degradada, o de una precariedad laboral, etc.), se reiteran en su abstencionismo.
¿Por qué este segmento tan importante de posibles votantes no se acerca, no vota, a los que proclaman que van a luchar por aquel problema que le acucia? Entre otras razones, que merecerían un libro, por la desconfianza en que las voluntades se traduzcan en actos, las palabras en lucha, por dura y dispar que sea.
Dice André Malraux en su libro sobre la guerra civil: “Fíjate, hay algo que me gusta; en cada pueblecito que ha tomado Franco, todo se vuelve más esclavo; no sólo los nuestros, eso va de suyo, sino los chiquillos que vuelven a poner bajo el dominio del cura, las mujeres que mandan a la cocina. Todos los oprimidos, ya lo sean de un modo y otro, han venido a pelear con nosotros” (La esperanza. Ed. Cátedra. Madrid, 1995. Página 165). ¿Por qué los oprimidos del 2015 no han ido, sino a pelear, al menos a dedicar cinco minutos a tirar un papelito en una urna? Porqué no hay lucha.
La lucha no es una lista. Incluso la lucha no es un programa. La lucha, la que es posible hoy en día, es el esfuerzo diario, la presión durante toda la legislatura; es lo que el oprimido espera, y es lo que no percibe. Y es ahí, en este bregar diario, donde la unidad de la izquierda sería factible, además de necesaria. Y añado: a la que unirían numerosos colectivos que anhelan una culminación política de sus luchas.
Hace unos meses, cuando el eximio Wert aún paseaba su devota arrogancia por el ministerio, algunos partidos acordaron derogar la ley que lleva su nombre en cuánto hubiera ocasión. Pues bien, la ocasión se daba ya al día siguiente: actos conjuntos, medidas paliativas del daño en los ayuntamientos y comunidades regidas por miembros de dichos partidos, con el apoyo de los demás de la misma cuerda… hubieran hecho más fácil el encontrar un acuerdo, no sólo en derogar una ley, sino en proponer su alternativa. Alternativa que, como vemos, debería incluir el laicismo en la educación.
Sí, parafraseando (perdón por la licencia) a George Orwell: todos son zurdos, pero unos son más sordos que los otros. No todos tienen la misma capacidad de oír, conectar, con aquella población que anhela que alguien les defienda antes los depredadores, que espera que a la izquierda, al menos en lo que se coincide, se pelee con y para ellos.
Amén.