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LA VOCACIÓN DE ESTORBAR

No es un chiste. Es una anécdota que viví personalmente: En una reunión de vecinos, uno de ellos llegó tarde, cuando ya estaba en marcha la asamblea y, plantado en medio de la sala, dijo: No sé de qué está hablando, pero me opongo. No era la primera vez, y por desgracia tampoco será la última. Lo lleva a la sangre.
La gestión pública es cada vez más complicada. En cada tema a decidir influyen multitud de factores, que es necesario conocer, analizar, compaginar: Europa, España, Cataluña, el municipio, capas superpuestas bajo las que pulula la ciudadanía, cada vez con más necesidades y menos recursos.
Ante esto, los gestores de la cosa pública (¡ojo!, en latín res-pública) actúan con mayor o menor eficacia, con mayor o menor espíritu dialogante, con mayor o menor conciencia social. Pero hay otros que sólo siguen la llamada de su ego: sobresalir para entorpecer cualquier situación, estorbar y que se vea, sobre todo que se note, que se divulgue su figura de aguafiestas.
¿A qué puede deberse? Por supuesto que la base está en la voluntad de enojar, de buscar ese calorcito interior que siente el niño después de ensuciar la pared o pinchar un globo. Pero no es tan simple. Una de las razones actuales sería también la necesidad de hacerse ver en los medios y en las redes sociales. ¡Qué difícil es hacerse notar por la eficacia, por una gestión tranquila, con visión a largo plazo! Nadie habla de los edificios que se mantienen en pie después de un terremoto, pero pronto se conoce la noticia de los que se derrumban.
He dicho que el mundo es complicado, y por tanto requiere un esfuerzo (no siempre recompensado) de reflexión para entenderlo. Y no todo el mundo tiene el tiempo, los conocimientos y la voluntad de hacerlo. Sin embargo, la noticia, el tuit, el exabrupto en Instagram, Facebook o X, llegan a muchísima gente, y van creando subliminarmente un poso de opinión, de actitud, que no hace sino dar alas a quienes ponen su arrogancia por encima del bien común.
La solución, si la hay, no es fácil. Por eso, lo mejor es acudir a los sabios. En su impagable Allegro ma non troppo (Ed. Crítica, 2013), Carlo M. Cipolla expone las “Leyes fundamentales de la estupidez humana”. Un análisis con dos ejes: Uno/los demás, y hacer el bien/perjudicar. Quienes hacen el bien a los demás pueden ser de dos tipos: si ellos también salen beneficiados, son los inteligentes; pero si son perjudicados, se llaman incautos (por ejemplo, los que votan a los tóxicos vocacionales). Entre los que son perjudiciales para los demás, hay quien sale personalmente beneficiado (los malvados), y los que haciendo daño a los demás también se lo hacen a si mismos (¡ahí encontramos a los estúpidos!).
La cosa se complica si hacemos un análisis de la relación individuo/colectivo. No cabe duda de que los calificativos mencionados se pueden aplicar tanto a personas como a grupos. Aunque sea enrevesado, quizás aquí podríamos encontrar una solución. Cuando alguien esparce su toxicidad demoledora sobre el sistema global, el colectivo al que pertenece también sale dañado.
En el estudio de Cipolla no hay demasiadas referencias a posibles soluciones para evitar la estupidez. No sólo eso, sino que la primera ley ya nos dice que “siempre e inevitablemente, cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos (en la citada acepción) que hay en el mundo”. Así pues, sólo si los colectivos toman conciencia del daño que están recibiendo por parte de alguno de sus miembros, y además disponen de medidas de corrección (en democracia hay bastantes), quizás puedan aplicarlas: evitar que se esparza el efecto nocivo y empezar a reparar el mal causado dentro de la propia casa. Es un trabajo que sólo podrán hacer quienes, inconscientemente, deslumbrados, encumbraron a quien, ahora, les empuja a la miseria. Como dice Ovidio (Remedia Amoris, 559): “Ad mala quisque animum referat suda” (Que cada uno preste atención a sus propios males). Volviendo a la anécdota inicial, no será el administrador quien nos ahorrará el estorbo permanente; sólo los vecinos podremos encontrar la salida, y éste pasa, de entrada, por no escuchar al estúpido.

Publicada en catalán en CLUB CORTUM/Àtoms, el 15.1.2024: https://cortum.org/2024/01/15/la-nosa-com-a-vocacio/