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ANALISIS CRITICO DEL TSUNAMI (ROGER PALÀ – VIENTO DEL SUR / CRÍTIC – 28.12.2019)

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Tsunami tiene algo de aquella cultura de la jugada maestra que caracterizó la primera fase del procés .

A veces, los periodistas utilizamos palabras, ideas y conceptos sin detenernos a analizar en profundidad qué quieren decir, sólo porque alguien (una marca, un gobierno, un movimiento social) consigue colocarlas con éxito entre la opinión pública a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. Durante el proceso hemos visto algunos ejemplos. Hubo un tiempo en que todos hablábamos de las denominadas estructuras de Estado sin saber muy bien qué eran. Más tarde, se popularizaron términos y conceptos como Consejo de la Repúblicapresidente legítimo, la expresión Hacer República o el término equidistante empleado en clave despectiva. Una guerra de palabras, como explicaba Sergi Picazo 1/, en la que toman parte tanto los partidarios como los contrarios a la independencia.

(VERSIÓN APARECIDA EN VIENTO DEL SUR)

VERSIÓN ORIGINAL EN CATALÁN (Crític)

Algo parecido ha pasado desde hace un tiempo con Tsunami Democràtic. Tsunami es un movimiento sin liderazgos conocidos pero avalado por el conjunto de partidos y organizaciones independentistas que, desde las semanas previas a la sentencia del 1-O, ha marcado los tiempos de las movilizaciones del independentismo, dejando en un segundo término la ANC, Òmnium Cultural e incluso los CDR. La Fiscalía lo está investigando por indicios de terrorismo, aunque, desde el inicio, sus impulsores (que quedan en el anonimato para, presumiblemente, evitar consecuencias represivas) han defendido la no-violencia y la desobediencia civil como forma de lucha. Tsunami es ya un término de uso común. Un ente con personalidad propia.

Tsunami ha logrado llevar a cabo acciones de un gran potencial como la ocupación del aeropuerto del Prat, el corte de la Jonquera o la acción de protesta dentro y fuera del Camp Nou, con el lanzamiento de pelotas amarillas que pararon durante varios minutos el Barça-Madrid. Es un movimiento potentísimo, original, rompedor y que goza de amplias simpatías entre independentistas. El mérito organizativo es enorme y no se debe menospreciar. Pero eso no debería evitar una lectura crítica sobre el Tsunami y su naturaleza. Sobre todo cuando, como ha ocurrido con la protesta convocada el 18-D [en el Camp Nou; nde], la realidad ha estado lejos de las expectativas generadas.

Jugadamaestrismo y Tsunami

«Spain, sit and talk», el lema del Tsunami en la protesta del Barça-Madrid. IVAN GIMÉNEZ

Tsunami tiene algo de aquella cultura de la jugada maestra que caracterizó la primera fase del procés . Nadie sabe cómo ni quién lo organiza, pero a muchos les atrae la idea de que, desde cierta clandestinidad y sin acabar de explicarlo todo, haya alguien que mueva los hilos y sea capaz de esquivar y sorprender al Estado español captando la atención generalizada de los medios de comunicación. Aunque a veces las cosas no acaben de salir del todo bien, como pasó con la movilización del Camp Nou, que había generado grandes expectativas y que, según explicó el propio Tsunami a través de Twitter, no fue del todo exitosa porque fue frustrada por la acción policial.

No sabremos, seguramente, de qué acción se trataba. De hecho, no sabremos ni siquiera si había alguna acción prevista. O, en todo caso, habrá que fiarse de lo que nos cuente un portavoz anónimo. Porque, aunque Tsunami es democrático, se ignora en qué marco se debaten y deciden las acciones que emprende, si estas se generan a partir de un debate político o no, si hay algún tipo de rendición de cuentas interno… Si Tsunami no es una versión 2.0 del Estado Mayor del proceso, se le parece bastante. Es lógico tomar precauciones en situaciones en que la represión está sobre la mesa. Todos sabemos qué les ha pasado a Jordi Sánchez y Jordi Cuixart. Pero ¿significa esto que el movimiento social independentista renunciará a partir de ahora a liderazgos públicos, sólidos y consistentes? La pregunta no es menor. Porque, si no hay liderazgos públicos, aunque ello suponga asumir riesgos, es más difícil que haya rendición de cuentas y no puede haber un análisis crítico del momento. Alguien dirá que esto ocurre porque en el contexto actual Tsunami debe actuar como los partidos políticos en la clandestinidad del franquismo. Ciertamente, la situación de los derechos y de las libertades en el Estado español dista mucho de poder considerarse óptima. Pero la situación no es ni mucho menos la misma.

El mismo concepto de Tsunami Democràtic, si llevamos a la práctica un poco de análisis crítico del discurso, es un oxímoron en sí mismo. ¿Puede un tsunami ser democrático? Un tsunami es, per se, un fenómeno que pasa por encima de todo lo que encuentra sin hacer preguntas ni consultas. Un tsunami no razona: arrasa. Un tsunami es incontrolable: normalmente los tsunamis son provocados por terremotos de gran magnitud. Algo hace que las placas tectónicas se muevan y esto genera grandes olas que nadie controla. La metáfora, en este sentido, es buena: el 1-O y lo que se deriva como terremoto, el tsunami como respuesta a la represión. Ahora bien: hay que asumir que no hay propuestas, ni estrategia detrás de un Tsunami: es, simplemente, la respuesta airada, a la que no hay que buscar racionalidad.

Las ruinas tras el terremoto

Reacción natural a un movimiento tectónico. Ira acumulada que se desborda. Falta de orden y de objetivos. Todo esto puede asociarse con un tsunami, pero también define la política catalana de hoy. El Tsunami se lo lleva todo y, cuando las aguas se retiran y todo vuelve a lugar, lo que queda son ruinas. Hay rabia acumulada y necesidad de fuego nuevo: Tsunami es la metáfora de eso, también. ¡Que se vayan todos! Los líderes, las organizaciones, los partidos que han gestionado el proceso. Incluso, en cierto momento, habrá quien pedirá que se vaya el mismo Tsunami. Las protestas que ha vivido Cataluña en los últimos meses tienen mucho de todo esto: no hay un objetivo estratégico a corto o medio plazo; tampoco hay, parece, ni tiempo ni ganas de detenerse a analizar qué habría que hacer, más allá de responder a la represión con la movilización. El independentismo no sabe dónde va. Por lo tanto, Tsunami. En esto, todo el mundo está de acuerdo.

Pero también pasan cosas mientras Tsunami capta la atención mediática. Cuando hay un gran terremoto, tras los grandes titulares y las vistosas fotografías, y más allá de la devastación, es donde se producen los movimientos políticos de fondo. Después de un Tsunami, muy a menudo los gobiernos y los grandes poderes económicos se reparten el pastel de la reconstrucción. ¿Es probable que en Cataluña esté pasando, a otro nivel, algo parecido? Que, mientras la atención y el foco mediático del independentismo esté centrado en el Tsunami, ¿las grandes cuestiones políticas se sigan dirimiendo entre bambalinas? ¿Quien rentabilizará políticamente todo esto?

Sin embargo, si algo sabemos también, es que un tsunami se sabe cómo empieza, pero no como termina. Todas las movilizaciones que ha convocado tenían un carácter pacífico, pero en algunos casos ha habido actuaciones policiales que han derivado en disturbios. Este ha sido también el caso de la movilización del Barça-Madrid. Los Mossos, como en otras ocasiones, actuaron de manera contundente y empleando prácticas policiales como el carrusel, muy cuestionadas por los colectivos de derechos humanos. En los últimos meses, los enfrentamientos entre manifestantes y policías se han convertido en habituales, a diferencia de lo ocurrido históricamente en una gran parte de las manifestaciones soberanistas. Unos episodios que probablemente son el síntoma de un malestar profundo que va más allá del procés y del 1 de Octubre. Pero, más allá de la necesaria denuncia de las actuaciones policiales desproporcionadas, al independentismo le falta un debate a fondo sobre la violencia. Un debate que, al igual que el resto de los debates que tiene pendiente de hacer, difícilmente afrontará en el contexto actual.