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CATALUÑA, LA HORA DE LA POLÍTICA

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Parece que por fin, después de una década perdida se abre una oportunidad para iniciar un camino que permita salir del empantanamiento en Cataluña. Parece el momento de poner punto y final al camino, que sabían imposible, transitado por el independentismo catalán hacia un objetivo que sus dirigentes sabían que ni económica ni política ni socialmente era transitable.

La soberbia y la lucha interna por la hegemonía dentro de los independentistas, que impedían poner fin a sus sueños de una independencia imposible en el actual contexto europeo, se ha sumado a la incapacidad o la nula voluntad por parte del Gobierno del Estado del PP para intentar encontrar soluciones políticas a la cuestión catalana en lugar de dejarlo todo en manos de una judicialización que puede sancionar pero no puede aportar soluciones a los problemas políticos. Todo ello ha llevado a un callejón sin salida, a una situación grave que ha comportado por un lado a una crisis política dentro de Cataluña y entre Cataluña y el Estado y por otro una fractura profunda que ha dividido la propia sociedad catalana así como un desprestigio de las instituciones de autogobierno de Cataluña. La búsqueda de la independencia ha supuesto una regresión en el autogobierno, la fractura social ha ido acompañada de una regresión en el papel de la economía catalana y una decadencia social y cultural.

Eso sí, el enfrentamiento ha servido durante un buen número de años a los respectivos bandos para mantener sus parroquias electorales, al margen de los costes que haya comportado.

Las proclamas y actuaciones de los independentistas, la respuesta únicamente represiva y judicial por parte del Estado, el encarcelamiento de los dirigentes independentistas responsables de la vulneración de la legalidad, la fuga de otros dirigentes, etc .., nos habían situado durante demasiado tiempo en un callejón sin salida.

Con el paso de los tiempos el «soufflé» independentista ha perdido fuerza. Tanto tiempo con ausencia de gobierno, sin expectativas de cambio, ha modificado incluso la fisonomía de Cataluña. Las concentraciones de los independentistas tienen menos afluencia, las esteladas y lazos escasean, las disputas entre Junts y ERC que han menudeado y la acción de gobierno inexistente, así como la pérdida de apoyo electoral con el aumento del abstencionismo en el independentismo, son un síntoma claro del cansancio de la parte de la ciudadanía que los apoyaba.

Los dirigentes independentistas son hoy plenamente conscientes de la imposibilidad de alcanzar los objetivos, aunque esto no conlleva que lo reconozcan públicamente ante aquel sector de la población que se ha creído las propuestas imposibles que habían prometido. Este es el gran problema del independentismo, haber engañado durante demasiado tiempo a demasiada gente, y ahora esto dificulta la rectificación y precisan de excusas y tiempo para ir cambiando su discurso. Esto es aún más difícil ante la permanente pugna por la hegemonía dentro de los partidos independentistas que tienen siempre en los labios la palabra de «traidor o botifler» para su competidor. Lo que está claro es que se ha puesto fin a la vía unilateral tantas veces planteada y nunca alcanzada.

Ahora la situación ha dado un giro en profundidad. El Gobierno progresista de Pedro Sánchez intenta salir del «callejón sin salida» de la situación en Cataluña. Y por eso ha optado por la aprobación de los indultos a los dirigentes condenados por su vulneración de la ley. Los indultos son una herramienta legal. El indulto no significa en ninguna medida cuestionar la sentencia condenatoria del Tribunal Supremo sino que es una actuación de gracia en el ámbito de la política. El actual Gobierno del Estado, al contrario de la anterior, hace una apuesta clara para intentar encontrar una vía de diálogo en el marco de la legalidad constitucional, esto parece bastante claro. Los problemas políticos, como alguna vez señaló incluso el Tribunal Constitucional, requieren de soluciones políticas, evidentemente dentro de los ámbitos de la ley.

Todo el mundo es consciente, aunque a veces no lo parezca, que lo que se plantea no comporta ni conllevará ningún cambio fuera de la Constitución porque no hay ninguna mayoría para hacerlo posible. Esto, que quiere enmascarar la derecha y la ultraderecha, que hacen de la confrontación y el conflicto con el Gobierno del Estado su estrategia política, lo sabe todo el mundo, incluso los propios partidos independentistas. La derecha del PP y C’s, espoleada por VOX, sólo tiene una posición de oposición a cualquier cambio, no tienen ninguna propuesta política para afrontar y dar salida a la situación de la sociedad catalana y del conjunto de la española. Es decir ninguna posición más allá de mantener la división y el conflicto, por cierto, el mismo que defiende el independentismo más radical.

Es el momento de la POLITICA en mayúsculas, y el gobierno ha optado por esta opción. Y la negociación puede comportar cambios legales siempre dentro del marco constitucional vigente. Es posible y necesario atender las necesidades económicas y sociales de Cataluña. Es posible incluso reformar el marco de relaciones entre Cataluña y el Estado, implementadas en el Estatuto, y que estos acuerdos a que se pueda llegar, si conllevan cambios estatutarios, puedan someterse al referéndum de la ciudadanía de Cataluña.

El Gobierno del Estado tiene claro que estamos en un momento de cambios profundos que afectarán no sólo a Cataluña sino al conjunto del Estado. Temas como la financiación autonómica, la fiscalidad, los servicios públicos, la transición ecológica y digital, son urgencias que deben resolverse desde el marco de la política. Y el diálogo político y social son las herramientas a utilizar.

De momento los agentes sociales están demostrando la utilidad del diálogo y la negociación. Y el futuro del país, una vez superada la crisis sanitaria y con la perspectiva de una fuerte recuperación económica, presenta un horizonte favorable para efectuar los cambios que el conjunto del país precisa. Ahora habrá que ver qué papel quieren jugar los diferentes actores políticos. Si la derecha, no deja al margen la ultraderecha, y quiere desentenderse del futuro del país, es muy posible que lo pague en un futuro próximo.

Es la hora de la política en el tema de Cataluña, ahora habrá que ver si todos los interlocutores están a la altura. El Gobierno del Estado ha hecho una fuerte apuesta en este sentido. Esperamos que esto se extienda también a otras urgencias del conjunto del Estado. Aquí y ahora todo el mundo se retratará y también se verá que las demagogias tienen límites.