Saltar al contenido

EL CLIENTE SATISFECHO

  • por

clientelisme1O lo que es lo mismo: «jodido pero contento».

No han descubierto la sopa de ajo, aunque les alimenta sobradamente. La sumisión a cambio de favores, reales o imaginados, surgió en la noche de los tiempos. Ni tan sólo se han esforzado en maquillarla para darle visos de seriedad. Lo vivimos a diario, en especial en las numerosas contiendas electorales recientes. ¿Cómo les pueden votar, están como están llenos de inmundicia? ¿Cómo les pueden votar, siendo ellos los causantes de tanta miseria y pérdida de derechos?. La zafiedad vende.

Nos cuenta el historiador Dionisio de Alicarnasso (Antichità romane, II, 9-10): “Rómulo dio los plebeyos a los patricios, concediendo a cada plebeyo que pudiera escoger al patricio que prefiriera… Los patricios deberían darles la tranquilidad absoluta en todo lo que precisaran en los asuntos privados y públicos”. ¿Qué similitudes o diferencias hay con la situación actual? Primero: los asalariados, cuanto más precarios mejor, dependen (conscientemente o no) de los patricios que les administran la miseria. Segundo: los plebeyos escogen, cada cuatro años (ahora cada seis meses) al grupo de patricios que les han de dar tranquilidad (de ahí el manido mantra conservador de no buscar aventuras arriesgadas). Hasta aquí nada nuevo. Pero existe el acto de escoger, léase votar. ¿Qué mueve a buscar la sombra de un patricio y no de otro? No son iguales, por mucho que la derecha, que si está en democracia es porqué no hay más remedio, por ahora, se esfuerce en difundir lo de “todos son iguales”. No lo son, hay dónde escoger.

La respuesta no es fácil, así que sigamos con nuestro historiador: “Los clientes debían de hacer a sus patronos cualquier servicio que estuviera en sus manos, y los patricios evitaban a sus clientes cualquier molestia”. El servicio está claro: darles el poder. Pero surge, punzante, la pregunta: ¿Evita el partido más votado en nuestro país las molestias a sus conciudadanos? Difícil respuesta, salvo que la miremos desde el otro lado del espejo: ¿Perciben las personas las molestias que no les evitan o incluso que les causan sus elegidos patricios? Quizá aquí radique el origen de las opciones electorales que crean perplejidad: el esfuerzo que requiere percibir los desmanes, es visto como una molestia, y ella es precisamente la que la derecha siempre ha insistido en ocultarnos, a pesar de haberlos creado. No gracias-a-la-bridahan sido en vano los cuarenta años de dictadura con su implícito lavado de cerebro, ni tampoco los otros tantos de consumo voraz y medios de comunicación dirigidos a él. ¿Quién no ha oído la frase vacacional: “Nos lo pasamos muy bien, no pensamos en nada”? Pues eso.

Por una parte: la risa grosera, en estrecha unión con las sonrisas almidonadas mientras se monta en un Ferrari; las fiestas de pijamas y los áticos soñados; el lujo faraónico mientras se dibuja una mueca de desprecio: “¡que se jodan!”. Si se analiza, no deberían dar un solo voto. Pero no se analiza, se envidia. ¿Quién no ha tenido una cuñada, una vecina, con toques de Rita?; ¿quién no ha cogido vacaciones en low-cost soñando ser un magnate (o mangante) de Marbella? Hay una clara identificación entre el plebeyo y el patricio, no para llegar a su nivel, sino por aceptar los tics de éste como propios. Al hilo, cabe recordar la famosa anécdota del Liceo: Un industrial y su esposa, desde su palco, otean la platea. El marido le dice a ella, señalando una mujer que luce esplendorosas joyas: “mira, es la amante del fabricante Rius, el de las lanas”. A lo que ella responde: “Sí, pero ¿verdad que la nuestra es más guapa?”.

limosnas20Escoger como patricio a la jet-set de pacotilla que nos ha gobernado no requiere esfuerzo. En cambio, plantearse dilemas, llegar a “empoderarse”, participar… uf, cuesta tiempo, desgaste de neuronas, riesgos de disputas entre amigos… ¿Y no habíamos quedado en que el patrono nos tenía que ahorrar disgustos?

Quisiera evitar el simplismo. No todas las servidumbres, no todos los clientelismos están montados igual. Al mediterráneo, de oropeles falleros, se le puede contrastar el más norteño, de miedos ancestrales a ser excluido del comedero. En el próximo artículo hablaré de ello. Pero entretanto, podemos pensar si existe alguna solución viable. A mi entender, no a corto plazo. Acudamos de nuevo a los clásicos. Nos dice Juvenal (3, 182): “Hic vivimus ambitiosa paupertate omnes”, o sea: Aquí vivimos todos una pobreza presuntuosa”. Y si de arrogancia banal e injustificada se trata, nadie como el PP. Sí, el patricio de la Gurtel reluce más.

Antoni Cisteró