Hace cincuenta años, entre 1966 a 1976, hubo en China una revolución cultural, una de sus características fue confinar en lugares rurales a los estudiantes universitarios y otras personas susceptibles de desarrollar un espíritu crítico hacia las directrices del Gran Timonel .
Lo comentaba con una pareja china que lo sufrieron, amigos desde hace tiempo. Originarios de la provincia de Sichuan, fueron destinados a una zona minera al pie del Tibet, curiosamente, una trayectoria paralela a la descrita en la deliciosa novela de Dai Sijie «Balzac y la pequeña costurera china», también llevada al cine . Me sorprendió que no lo criticaran agriamente. Lo recordaban como quien, en nuestra casa y con cierta edad, lo hace con los recuerdos de la «mili». Sólo un reproche era constante: El Gran Timonel había dictado las normas, pero en ellas no había previsto como se determinaba el fin del confinamiento. Así que en muchos casos se eternizó, entonces sí, con gran sufrimiento y pérdida de oportunidades vitales.
Pensaba esto al ver como desde hace más de un año, como si fuera una misa diaria, una serie de fieles cortan la Meridiana cada tarde. Cada día, llueva o haga sol, desde hace 450 días. Hasta cuando?
La misma pregunta, hecha a raíz de una manifestación en el campo del Barça, o en un corte de la AP7. Y la respuesta siempre idéntica: Hasta cuando nos digan; lo que manden. El sujeto del verbo, siempre difundido.
No sé si tanta energía, tanto tiempo, tanta ilusión invertida en ir arriba y abajo (y por lo tanto sin avanzar) podría ser más útil en otros ámbitos; no sé si en un primer momento tenían sentido estos gestos simbólicos, pero surge de nuevo la pregunta: ¿Hasta cuándo?
¿Quién decide el grado adecuado de empeoramiento de la economía y la convivencia?, ¿cuándo decidirá que ya basta de degradación? Porque sólo él, que es seguido religiosamente por una serie de creyentes dignos de admiración y a los que cito con todo el respeto aunque no comparto su ceguera, es quien puede manifestarse dando por terminada la función.
¿Y como lo consiguieron mis amigos? Pues por influencia del padre de ella, que consiguió que se la considerase imprescindible en un lugar de la industria farmacéutica que dirigía. Relaciones clientelares, tan arraigadas en nuestro país, y vigentes también en China. Quizá aquí radique el desatascador: Es posible que se acaben los ritos, los gestos (y por lo tanto se podrá dedicar la energía a recuperar el país, que falta hace) cuando los instigadores de esta liturgia absorbente consigan una canongía en una diputación, o un Consejo comarcal (o en el Parlamento Europeo, ya puestos). Posiblemente llegemos ahí, pero será necesario que nos lo hagan saber. Si no es así, dentro de diez años, la Meridiana aún seguirá cortada cada tarde.