Fuera cual fuera el motivo o eslogan principal de una manifestación, siempre hubo un grito compartido y transversal que servía de puente entre una y otra reclamación: «¡No nos mires, únete!». Quienes pertenecemos a generaciones que vivieron el final del franquismo y los años de la transición acudiendo a múltiples convocatorias en las calles –ya fueran estudiantiles, sindicales, políticas o simplemente cívicas– recordaremos ese momento repetido en el que todos girábamos la mirada hacia los balcones o las aceras para animar a los ‘mirones’ a dar un paso más.
Esa imagen me asaltó nada más iniciar la lectura de este «librito», como lo denomina su autor con la humildad que le caracteriza y que tanto escasea en el panorama del debate público. Antoni Cisteró, autor de unos cuantos ensayos de contenido político y uno de los mayores conocedores de la obra de referentes intelectuales como Max Aub o André Malraux, sabe muy bien de lo que aquí escribe. Porque me atrevería a decir que por encima de todos sus quehaceres y experiencias vitales, el rasgo principal que define a Cisteró es su condición de activista. Me consta que lo ha sido y lo sigue siendo de múltiples y variadas causas justas en muy distintos ámbitos, desde el cultural o el de la Memoria Histórica hasta el de la movilización política o el sostenimiento de medios informativos independientes.
Dicho de otra forma, Antoni Cisteró nunca se ha limitado a «mirar». Lo cual ya es un mérito a tener en cuenta en un país en el que siempre hemos andado sobrados de «vigilantes de obra», de esa especie numerosa que dedica horas y horas cada mañana a observar cómo otros construyen algo (lo que sea) sin desaprovechar la mínima oportunidad para objetar, criticar o despreciar, vaticinando permanentemente el desastre o la inutilidad del esfuerzo ajeno. Antes esto se visualizaba en los grupos de jubilados (mayoritariamente hombres) que se apoyaban en las vallas que rodean cualquier edificio en construcción. Ahora se percibe y se sufre de forma multiplicada y global en las redes sociales.
Este «librito» no es ni pretende ser un tratado académico sobre la participación como esencia de la convivencia democrática, sino un conjunto de reflexiones y propuestas que respiran la ambición de ayudar a entender y mejorar los mecanismos que llevan a cada individuo a participar –o no– en propuestas colectivas de todo tipo, pero especialmente de carácter político, cultural o cívico. Advierte con transparencia Cisteró que «este trabajo se hace desde una perspectiva de izquierdas», y, con plena conciencia de la interminable discusión sobre lo que significa exactamente «ser de izquierdas», añade que su mirada coincide con la de Eduardo Galeano: son de izquierdas aquellas opciones para las que ‘los nadies’ son alguien. De modo que ninguna de sus aportaciones aparece contaminada por el partidismo aunque no olvide reivindicar honestamente el valor de la política como instrumento imprescindible para avanzar en democracia.
Este ensayo es fruto del confinamiento obligado por la pandemia, y no solo porque en circunstancias «normales» el compromiso social, intelectual y cívico de Cisteró difícilmente le habría dejado tiempo material para escribirlo, sino porque el propio estallido de esta crisis global ha colocado en un plano urgente y prioritario la necesidad y la utilidad máxima de lo colectivo y el fracaso autodestructivo de ese individualismo neoliberal tan potenciado ideológica y políticamente en las últimas décadas. Ya existían y trabajaban las Mareas en defensa de la sanidad pública, por ejemplo. Pero nunca hasta los meses de marzo y abril de 2020 se hizo tan vitalmente imprescindible apoyar y compartir sus reivindicaciones, más allá del emocionado aplauso de cada tarde a los sanitarios.
Se ha escrito y hablado mucho, más aún a raíz de los movimientos indignados del 15-M, sobre la conveniencia de abordar reformas profundas en la democracia para, entre otros objetivos, activar y canalizar la participación ciudadana como arma que frene el galopante descrédito que viene sufriendo el menos malo de los sistemas políticos conocidos. Pero se ha escrito y hablado poco de los factores concretos que pueden convencer a cada ciudadano o ciudadana de participar en un colectivo político, cultural, deportivo, vecinal, cívico o reivindicativo. Y, menos aún, de los elementos que frustran esa participación, que llevan al fracaso en los propósitos de ese colectivo o que limitan sus dinámicas hasta el aburrimiento o la deserción.
Aquí radica, a mi juicio, el mayor valor de este «librito»: su constante intención práctica. Sin menospreciar las abundantes referencias bibliográficas o demoscópicas, uno descubre en estas páginas numerosas claves aportadas desde la experiencia en la participación. Herramientas que pueden ayudar tanto al colectivo que pretende convertir a «mirones» en activistas como a ciudadanos que mil veces se han planteado participar en algo sin terminar de hacerlo. O a tantos hombres y mujeres que dudan a la hora de elegir en cuál de los numerosos proyectos de un mismo ámbito pueden sentirse más cómodos, recompensados o satisfechos.
Cualquiera que en un momento u otro de su vida haya participado voluntariamente en un colectivo, sea cual sea su ámbito, podrá verse también reflejado en algún punto del relato. Porque no se trata solo de compartir fórmulas para activar la participación, sino también de debatir sobre las causas de abandono de la misma, o sobre la incapacidad de los colectivos para mantener un entusiasmo inicial, o sobre las dificultades de cooperación entre proyectos que comparten unos objetivos comunes.
Conocí a Antoni Cisteró como miembro de la Sociedad de Amigos de ‘infoLibre’. Desde el nacimiento de este proyecto de periodismo independiente ha mostrado de forma incansable su generosa implicación como hombre de letras y hombre de acción. Ingeniero químico, licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación, diplomado en Sociología, novelista, autor teatral y poeta, se ha convertido además en un experto en la realidad digital y las redes sociales. Ningún análisis sobre participación política, social, cultural o periodística puede merecer atención hoy si no parte de un conocimiento teórico y práctico de la revolución tecnológica de la información y sus consecuencias. «Los grupos que se rezaguen en la aplicación de las comunicaciones online, a buen seguro perderán asociados. Las personas que no se abran a las nuevas tecnologías (a partir de cierta edad, difíciles de asimilar, y por lo tanto ingenuamente despreciadas), tendrán mucho más difícil la tarea de participar», advierte Cisteró.
Que nadie espere recetas mágicas, de esas que tanto proliferan hoy en la arena política y en el circo mediático. De esta lectura sale uno con más dudas que certezas, pero con la convicción de que ha visto luces que hasta el momento no contemplaba.
Jesús Maraña
Director Editorial de infoLibre