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PUIGDEMONT EN PARALELO

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Han levantado bastante revuelo unas declaraciones de Pablo Iglesias en Salvados, que podéis ver en el enlace que os doy:

Ante las afirmaciones sobre el «exilio» de Puigdemont y algunos paralelismos, surgen varias cuestiones, que intentaré analizar:

LEGAL: Dice el líder de Podemos sobre Puigdemont: “llevó sus ideas políticas hasta un extremo, y por vías a mi juicio erróneas y que no tienen por qué ser indiferentes al derecho”. Más allá de lo que signifique indiferentes al derecho, concepto que repite luego, no son las ideas (siempre legítimas), sino las vías lo que chirría. Ya que malintencionadamente, el entrevistador lo ha llevado al ámbito del exilio de 1939, podemos decir que tanto Companys o Azaña como Franco, llevaban a cuestas sus ideas políticas. Los primeros eran la legalidad, y el tercero quién la infringió. Que ello estaba mal lo demuestra que los criminales juicios franquistas presentaban cargos por haber atacado el Movimiento, que ellos consideraban la legalidad, ¿algo así como la Llei de Transitorietat? Si hiciéramos el paralelo con un poco de humor (negro), podríamos decir que el caso actual tendría un paralelo entre Puigdemont y Franco en la hipótesis de que éste hubiera perdido y se hubiera tenido que exiliar. Ello es llevar la causa hasta un extremo irreal, pero no lo es tanto si lo comparamos con el inefable Trump, que sí que quiso subvertir las instituciones desde dentro. Ahí sí que hay un paralelo con el papel del president, que debiendo defender, intentó romper la legalidad catalana (Estatut) y española (Constitución).

HISTÓRICA: He intentado explicar en unas breves entradas en mi blog, lo que sucedió el 5 de febrero de 1939, cuando los presidentes Azaña, Companys y Aguirre pasaron al exilio por el Coll de Lli. Ni Companys, ni tampoco los demás, dejaron en la estacada a sus compañeros de gobierno (¿recordamos la frase de Puigdemont: “El lunes todos al despacho”?). En la misma expedición iban algunos de ellos, mientras que otros pasaron por El Pertús. Pasó sin un céntimo (cuentan que Aguirre tuvo que pagarle el desayuno en la fonda Els Traginers de Les Illes y dejarle algunos francos), y luego se mantuvo con los fondos que le pasaba la República. No abandonó Francia por amor a su hijo, ni huyó. Afrontó su arresto, juicio y ejecución con entereza, mientras que Puigdemont ni tan sólo dio la cara en su pueblo el famoso 1-O, cuando su presencia hubiera dignificado el referéndum y puesto en un brete a las fuerzas del orden.

SOCIAL: La culpa no es sólo de Puigdemont, viene de mucho antes, pero sí que es un adalid de la ruptura social que sufre Cataluña. Y aquí radica, a mi entender, la llave para desencallar el lío del procés.

En 2017, se subvirtieron muchas leyes, tanto españolas como catalanas. Se atizó el fuego de la división entre buenos y malos catalanes, y por lo tanto será en Cataluña donde debamos hallar una solución. El triste papel del PP de Rajoy, muy criticable, correspondía a una España que se veía herida por un flanco. Lamentaría que las declaraciones de Iglesias fueran fruto de una óptica parecida, alejada del día a día de Cataluña. Aquí, prácticamente no se ha defendido ni se ha enjuiciado el daño que se causó al Estatut y a la sociedad catalana, se ha hecho todo fuera del ámbito (judicial, pero también político y social) donde más se ha sufrido el impacto. Son los propios perjudicados  los que debieran esforzarse en encontrar una solución digna a tan grave envite.

¿Cómo? Desde luego no ahora, con un vicepresidente en funciones, liderando un gobierno en funciones (y peleándose a diario), controlado por un Parlament suspendido. Quizá la única vía a mano, hoy por hoy, sea que los catalanes (independentistas incluidos) se den cuenta del daño que se ha causado y lo reflejen en las urnas lo antes posible. Si algo faltaba, a la irresponsabilidad de Torra que, dando la legislatura por terminada hace un año, no convocó elecciones, limitándose a gestos vacuos con sus pancartas, se suma ahora la situación de vacío institucional en uno de los momentos más críticos de la historia reciente, con la pandemia en aumento, una deuda enorme y una calificación crediticia por los suelos, y una debilidad institucional y de liderazgo para canalizar las ayudas de la Unión Europea (aquella de la que si Puigdemont se hubiera salido con la suya, nos hubiéramos marchado). Y ahora, con este panorama, por la ineptitud del “exiliado” en montar un partido (difícil para quién ha sembrado la división a todos los niveles), se prolonga cien días más la crisis institucional.

Por lo hecho antes de “exiliarse”, y por lo que ha seguido haciendo después, parece evidente que un primer paso hacia la solución sería que los catalanes le relegaran al baúl de la historia. Y lanzaran después la llave. Y luego sentarse a dialogar, en casa. ¿Cómo podemos desear una mesa de encuentro con el Estado, si no somos capaces de hacerlo previamente en Cataluña?

Incluso los partidarios de la independencia deberían ver que solo con un reset, con caras nuevas exentas de las astucias pueriles, de repúblicas de bitcoin y de los ejércitos alquilados, será posible defender y hacer avanzar las ideas independentistas tanto en Cataluña como en España e incluso a nivel europeo y mundial.