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UN PUNTO DE ENCUENTRO

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Lo he estado rumiando en el sentido más animal del término. La pregunta subía y bajaba una y otra vez y no le sacaba ninguna conclusión: ¿Cómo pueden, unos y otros, ser tan cerriles, cerrados, cernícalos? Masticaba el procés y los procesos y no obtenía ningún jugo. El país, uno y otro, se va al garete, la convivencia se hace añicos, y ellos, como si nada, a lo suyo.

Me paré. A pesar de disponer de fuerzas y armas distintas, de públicos enfrentados y sobreexcitados, ¿no sería posible encontrar un punto en común por dónde empezar a hincarle el diente con un mínimo provecho? ¡Alto! ¿He dicho “a lo suyo”? ¿Hay algo que en ambos bandos pueda ser considerado «suyo» por igual? ¿Podría ser un punto de arranque? Pues no es tan difícil, lo tenemos en la punta de la nariz, y de tanto señalarnos ideales lunáticos lo hemos olvidado: El manejo ilegal de los fondos públicos, en beneficio propio y de sus actividades políticas. ¡Pero si son hermanos gemelos!

Uno se siente fuerte, con un procaz dominio de los recursos jurídico-represivos; el otro ha conseguido parecer fuerte a base de llamar a sus huestes a un perpetuum movile. Cualquier avance de alguno de ellos se vende como una victoria sobre un enemigo en retirada. Y así hasta el infinito. Ellos no van a cejar. Se me ocurre un símil: Mientras David se hacía selfies, Goliat lo ataca con una roca. Bueno, pero no le mata, solo le hiere, y las fieras heridas ya se sabe… ¿Y si, por unos instantes, callaran la boca israelitas y filisteos? Los demás pastores agradeceríamos el sosiego.

Decía Max Aub: “Uno hace lo que puede, en hueco o en relieve…” Se está demostrando que en esta segunda opción, mientras el relieve esté lleno de mediocridades demagógicas, no habrá salida. ¿Pero y en hueco? Por ahí lo podríamos, al menos, intentarlo. Se habla de sentarse y hablar: pues bien, que lo hagan todos menos los dos contendientes. Creo que la mayoría (sagrada palabra tan prostituida últimamente) pertenece al ámbito no abducido por ellos. El clientelismo, las elecciones dopadas, salen carísimas al conjunto de la ciudadanía, y esta lo sabe. Y ambos han abusado hasta la náusea de ello. Así que cojámoslos por los hombros (con dos dedos, la otra mano para taparse la nariz) y pongámoslos aparte, a que diluciden sus innumerables temas pendientes con la justicia. Hay para rato.

Y mientras tanto, sentémonos el resto, libres de la losa histórica de agravios y menosprecios, y hablemos de cómo solucionar un problema al que nunca debiéramos haber llegado. Olviden las formaciones los apoyos dados bajo chantaje o bajo presión mediática, olvídense de los tramposos, de los mentirosos, de los profetas, de los astutos de pacotilla. Olvídenlos y hablen. Si encuentran una solución, la mayoría les aplaudirá y, espero, evitará que aquellos vuelvan a enredar en beneficio propio. Hasta la justicia podría cogerlo como lema: “Vamos a por el dinero y su uso fraudulento”, la malversación da para mucho y es un concepto fácil de comprender. Lo entendería todo el mundo, e incluso (quizá en Alcalá Meco), hasta ambos contendientes encontrarían un momento de patio para reflexionar sobre la frivolidad que nos ha traído hasta aquí. Pero en el mundo real, no habrá diálogo posible mientras alguno de los dos permanezca en la mesa.

A veces, al barrer la basura, encontramos la joya perdida.

Antoni Cisteró (3.11.2017)