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Carta a la SEÑORA BUDÓ (portavoz de la Generalitat catalana)

Apreciada, en lo que vale, Sra. Budó,

He escuchado dos veces sus declaraciones, y cada vez estoy más preocupado. Al ver que el inefable Sr. Canadell se une al dislate, me he decidido a escribirle. Señora, en el mejor de los casos no sabe lo que dice, entre otras razones porque nadie lo sabe. No se trata, faltaría más, de decir que el Estado lo hace mejor, pero tampoco peor. Y si hablamos del futuro ignoto que nos espera, aún más. Todo el mundo hace lo que buenamente puede, aquí, allí y en todo el mundo, ante un reto desconocido y de dimensiones que escapan a cualquier ámbito territorial. Tanta falacia es decir que en una Cataluña independiente, habría más muertes a causa del coronavirus, como que habría menos.

En España, tuvieron la suerte de que, antes de que comenzara esta danza macabra, cambiaron la orquesta. ¿Se imagina usted cómo estaríamos ahora con un gobierno liderado por aquel Rajoy de los «hilillos de chapapote», con el Montoro de los recortes, Wert gestionando la situación escolar, o a Fernández Díaz vigilando el orden de confinamiento? Nosotros, debido a la constante algarabía parlamentaria, no hemos sido tan afortunados y nos hemos quedado con los mismos que hasta hace unos días estaban a punto de irse. Nos hemos quedado con el desgobierno actual, que la pandemia hará que dure prolongando un presente de acritud constante. Y si hablamos del futuro, no quiero ni imaginar cómo sería una Cataluña después del salto irreversible, adjetivo que no se emplea mucho, a la independencia, con unos gestores como los actuales, entre los que la incluyo a usted. Una Cataluña en la primera fase de separación, con la ciudadanía perpleja y desorientada, incluso enfrentada; endeudada y negociando con un estado enfadado; fuera de Europa, e iniciando balbuciente el establecimiento de tratados de todo tipo con otros países y los organismos internacionales. ¿Se lo imagina usted?

El problema no es querer la independencia, posición totalmente legítima e incluso encomiable. El problema es que el camino que, sin freno ni tino iniciaron hace una década y que, después de meses de gestión errática y una propuesta de legislación hecha a toda prisa, culminó en los lamentables hechos de 2017, no sólo no lleva a la independencia, sino que daña el esfuerzo de miles y miles de personas que con buena voluntad y amor al país, desde décadas atrás, iban consolidando una soberanía por encima de corruptelas y recortes.

Sinceramente, si su vocación es que llegue a ser posible una Cataluña independiente, es necesario que usted y sus compañeros de viaje dejen de jugar a profetas, o mejor dicho, dejen de gobernar. Quiero creer que todos son buenas personas que, desgraciadamente y subidos en la ola de entusiasmo demagógico, se encuentran en un puesto por encima de sus posibilidades, que no les corresponde. Su propio presidente, con una premonitoria inhabilitación pendiente, se ha acreditado como un agitador nato y eficiente, con mucha más destreza para cortar carreteras que para gestionar un país, y menos en unas circunstancias como las actuales. No sería mejor que se marchara de una vez y se dedicara a lo que mejor sabe hacer? ¿Por qué no dejan de agobiarnos día y noche con proclamas sobre lo malos y chapuceros que son nuestros convecinos. No se define una sociedad por las características de las otras con la que está en contacto, buenas o malas, sino por la trayectoria de sus propios integrantes y dirigentes, y aquí en cada colada, cada declaración de arrogancia injustificable, perdemos una sábana. No sé si, al fin y al cabo, habrá más o menos muertos, pero sí sé que cada hora en que ustedes llevan el timón del país, nos alejamos, todos juntos, tanto de la soñada Ítaca, como de ser un país donde la razón, la justicia y la solidaridad sean bandera.