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EL ORINAL

-¿Respira?
-No sé, mal aspecto sí tiene.
Los familiares cercanos, sobre el cuerpo exangüe, quitándole el poco aire que le queda.
Los vecinos:
-¿Quedará algo?
-Era insufrible, que se vaya, luego hablamos.
¿Hablamos? Hasta hoy han estado todos blandiendo sus lenguas de fuego, quemando cualquier posible lazo, mientras aprietan la espalda contra la pared para evitar puñaladas amigas.
¿Se está muriendo? ¿Quién? No es el presunto cadáver, o no solo él. Lo que agoniza es la confianza en nuestros representantes, en la justicia, en el vecino, en el compañero. Encastillados en nuestros endebles principios, oídos sordos a las acuciantes necesidades de hoy y aquí; cerebros cerrados a cualquier duda creativa. Se nos está muriendo el enlace entre el pueblo y sus representantes. Incluso en los más guais, la participación (siempre pobre, escasa, ridículamente limitada) está matando a la representación.
Huele mal. Sí, apesta. No se han plantado flores, se ha aireado la mierda ajena. A falta de principios sólidos, se vive de la crítica al otro. Menospreciando, sembrando dudas a diestro y siniestro, todos contra todos, con el falso pero extendido sonsonete: todos son iguales. EL hedor se contagia.
Mientras, ¿qué relación existe entre los “representantes” y los “representados”? La derecha bien, gracias. Hay sintonía entre los que manejan la cosa pública y los que se benefician de tal gestión (bancos, fondos, constructoras…). En la izquierda, no. Ocupados en arañarse cuatro escuálidos votos, se tumban propuestas en principio afines, en función de un tacticismo que busca el pedazo más grande del pastel, cuando este se está quemando irremisiblemente en el horno. Horno cerrado, con el moho de la autosuficiencia.
Se ha perdido la oportunidad de sentarse a dialogar, a encontrar puntos de coincidencia a tenor de las necesidades de la gente. Puntos que, para conocerlos, precisan una inmersión en vivo y en directo. Lo de “una persona, un voto” ha ahogado lo de “una persona, una necesidad”. ¿Cómo van a sentarse con espíritu de colaboración, durante unas semanas, los que se han estado insultando y despreciando durante años? ¿Hacía falta? ¿No había otra vía para mostrar a la gente el propio perfil? El hambre de votos divide; las necesidades, las reivindicaciones, podrían unir. Lo he dicho hasta la saciedad en mi libro Confluyendo: sólo las reivindicaciones son una puerta abierta al acuerdo. Quedemos primero en qué queremos conseguir y juntémonos los que coincidamos en ello. Sin insultos y reproches previos, y día a día, cada día, no solo unas semanas antes de los comicios.


Y llegarán elecciones, y se pedirá el voto a los que gastan zapatos en manifestaciones justas, reivindicaciones necesarias de las que únicamente se habla en los partidos a la hora de hacer un programa que casi nadie leerá. Es otra cosa lo que cuenta: lo mal que está el vecino, lo mal que lo hace: caca-pipi.
Si, el cadáver huele mal, la habitación huele mal, los asistentes al sepelio huelen mal. Mucha mierda en descomposición, que alguien (¿quién?) deberá recoger algún día. Y pienso en la sabiduría popular, aquella olvidada por los mediocres pensantes de turno: “después de muerto Pascual, le llevan el orinal”.

Antoni Cisteró

Publicado en catalán en el Club Cortum: https://clubcortum.org/lorinal/